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El Palacio de Andés, en el Aspra, estaba formado por un edificio principal, una torre adosada a él, la iglesia de Santo Domingo
de Guzmán, que aún se conserva, y varias dependencias, de las que subsisten un palomar, un pozo manantial y una casa accesoria,
de planta baja, a la que hay adosado un horno de cocer pan. Se conservan también tres huertas cercadas, en las que siempre hubo
frutales, predominando los manzanos. En las partes abrigadas de los vientos del mar, crecieron siempre, y crecen también
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Palacio de Andés
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hoy, naranjos y limoneros. El Palacio fue quemado en 1809 por los franceses. Sólo se conservó el presbiterio de la iglesia, parte de
la nave y algunas paredes de la
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Capilla de Santo Domingo de Guzmán del Palacio de Andés antes de ser restaurada
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casa actual. En 1809, el Palacio de Andés pertenecía a Doña María del Carmen Abello Fuertes de
Castrillón. Esta señora estaba casada con don Francisco José de Sierra y Llanes, natural del concejo de Cangas de Tineo. Don
Francisco José era comandante militar de la alarma del partido. Para evitar que las tropas francesas mandadas por el Mariscal
Ney cruzaran el Navia para dirigirse a Castropol y Ribadeo, don Francisco José se hizo fuerte en El Espín. Quería desde allí,
con algunas piezas de artillería, detener las fuerzas de Ney, al menos hasta que llegaran los refuerzos de la división del Eo,
mandada por Woster. Como no llegaron y las tropas francesas vadearon el río a una legua de la desembocadura, y Sierra no tenía
suficiente número de hombres, ni armas para hacerles frente, hubo de retirarse hacia Galicia, en buen orden. Para vengarse de
Sierra, Ney dio orden de quemar el Palacio de Andés. Así lo hicieron. En anotación de uno de los libros sacramentales de la
Parroquia de San Pedro de Andés consta el siguiente asiento:
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"En 1809, cuando el Mariscal Ney pasó por este país para Galicia, le detuvo tanto la línea que estaba en la otra parte
del río, que una partida de soldados fueron a quemar la casa de don Francisco de Sierra, cuyo edificio mandó el general
circunvalar hasta que se hundió".
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Retirados los franceses, el palacio fue
reedificado "en la mitad" del que había sido su antiguo solar. Para conmemorar el incendio y la reconstrucción, se mandó
colocar una placa, de madera pintada, con la siguiente leyenda:
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"Si el ardor de la Patria me ha abrasado
el amor de mi dueño me ha erigido
y de edificio gótico cascado
en casa de placer me he convertido.
El intento de Ney quedó frustrado
pues por mi lealtad he conseguido
de mis cenizas Fénix nacido
burlar su rabia y despreciar su estruendo".
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La parte más noble del Palacio sigue siendo la Iglesia de Santo Domingo, adosada a él. La amplió y mejoró Don Domingo de
Sierra, señor de la Casa de Andés, sus vínculos y mayorazgos, a comienzos del siglo XVII. Dirigió las obras el maestro
Juan de Aro.
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Los dueños del Palacio de Andés tenían el privilegio de que su Iglesia de Santo Domingo fuese parroquia para la familia,
con pila bautismal, Sacramento y sepulcros. Se hacían en ella todas las funciones parroquiales. El dueño de la Casa de Andés
nombraba párroco de la Iglesia de Santo Domingo sin intervención alguna en ello del ordinario eclesiástico. Como los ordinarios
eclesiásticos inquietaban al señor de la Casa de Andés en la posesión de este privilegio, la Sagrada Congregación de Ritos
expidió bula de confirmación del mismo el 20 de diciembre de 1697.
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El Palacio de Andés pertenecía, a finales del siglo XV, a la familia Rodríguez de Navia. Lope Rodríguez de Navia, en su
testamento del año 1520, hizo vínculo y fundación de aniversario sobre la casa que tenía en el lugar de Andés y sobre los
demás bienes que poseía en el concejo de Navia. Su hija María, heredera del vínculo, casó con Arias González Fuertes de
Sierra, del concejo de Cangas. Fue hijo de ambos Domingo Fuertes de Sierra, quien casó con Leonor Rodríguez de Paredes.
Otorgan testamento, de mancomún, el 20 de mayo de 1572. Por él, vinculan los bienes que tenían en los lugares de Mindiello,
Parrondo y la Carbayosa, en el concejo de Cangas y los del concejo de Navia. Fue su última voluntad hacer mejora perpetua de
tercio y quinto, en forma de vínculo, a favor de su hijo Gonzalo. Entre los bienes que señalan para el pago de esta mejora,
estaban los que poseían en la aldea y lugar de Andés. Consistían en una casa principal con torre y dependencias, una huerta
de mucha extensión cercada de pared junto a ella y diferentes tierras labradías y prados, sitos en el lugar de Andés y sus
términos.
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El Dean y Cabildo de la Iglesia Catedral de Oviedo dio en foro perpetuo a Gonzalo Fuertes, el 25 de enero de 1584, las
heredades que tenía en la parroquia de Andés. El canon que habían de pagar él y sus sucesores fue estipulado en 3000
maravedís. La Iglesia de Oviedo era propietaria de bienes en Andés desde muy antiguo: Ramiro II confirmó los privilegios
y donaciones que sus antecesores habían hecho a la Iglesia de Oviedo, el 23 de septiembre del año 923, entre los bienes
que enumeran constan "In Asturiis Inter. Uaraiun et Nauiam ecclesiam Sancti Petri Andías cun suis adiacentiis in mari, in
fluiis in montibus ad integro".
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Gonzalo Fuertes de Sierra, el hijo de Domingo y de Leonor Rodríguez Paredes casó con doña Inés de Sierra, natural de Cangas.
El hijo primogénito de ambos, y heredero de sus vínculos y mayorazgos, Domingo Fuertes de Sierra casó con doña María de Cancio
y Luaces, hija de Gonzalo Méndez de Cancio y Donlebún, Almirante de la Armada del Mar Océano, Gobernador y Capitán General de
la Florida. A Domingo y María, sucedió Gonzalo, casado con Doña María Teresa Méndez Navia y Valdés. Su hijo don Antonio
contrajo matrimonio con doña Maria Rico Villademoros y Tineo. Tuvieron un solo hijo: don José Domingo Fuertes de Sierra,
quien tuvo que defender el privilegio que tenía la Casa de Andés en su Iglesia de Santo Domingo, consiguiendo nueva
confirmación apostólica en el año 1718. Fue coautor de "la Defensa jurídica, histórica y política cristiana, por la nobleza
del Principado de Asturias, en general y, en particular, por don Álvaro Navia Osorio, pariente mayor de la Casa de Navia,
marqués de Santa Cruz de Marcenado, y Mariscal de Campo de los ejércitos de Su Majestad, y por don José Domingo Fuertes de
Sierra, pariente mayor de la Casa de Andés, fiel y legítimo defensor de los derechos del Severísimo Principe de Asturias,
declarado por tal en carta ejecutoria, librada por la Real Academia que se mandó formar en aquel principado". Este libro de
largísimo título como los de entonces, se conserva manuscrito e inédito en la Biblioteca de la Universidad de Oviedo.
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Sucedió a don José Domingo y a doña Josefa Méndez Navia Villamil y Castrillón su hijo don Gonzalo, nacido en 1702. Contrajo
matrimonio en 1723 con doña Josefa Rosa Navia Bolaño. Tuvieron trece hijos, cinco de ello varones. Sin embargo, los vínculos
y mayorazgos de la Casa de Andés recayeron en la hija doña Josefa Antonia Rosa, por fallecer sin descendencia su hermano don
José Francisco Antonio y no haber llegado a edad adulto ninguno de los demás varones. Esta
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señora casó con don Juan Francisco
Avello Castrillón, dueño y señor de la Casa de Taborcías, en el concejo de Valdés. Su hija doña María del Carmen Abello
Castrillón hereda los vínculos y mayorazgos de las Casas de Andés y Taborcías, contrajo matrimonio en la Iglesia de Santo
Domingo del Palacio de Andés, el 18 de julio de 1780, con el antes citado don Francisco José de Sierra y Llanes,
quien, a la muerte de su padre, heredó
los vínculos y mayorazgos de la Casa de Jarceley, en el concejo de Cangas. De no haberse
suprimido los vínculos y mayorazgos,
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Palacio de Andés en la actualidad
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los de las Casas de Andés, Taborcías y Jarceley hubieran recaído en el hijo primogénito
de doña María del Carmen Abello Castrillón y don Francisco José de Sierra y Llanes. Este matrimonio tuvo quince hijos. La Casa
de Andés y los bienes que ésta tenía en el Aspra, pasaron al octavo de los varones, don Gervasio. Este se casó con doña Ana
Vázquez de Novoa. El hijo de ambos, don Julio César, nacido en la Casa de Andés el nueve de mayo de 1849, falleció sin hijos
en 1894.
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Desde diciembre de 2004, el Palacio de Andés forma parte del Patrimonio Cultural del Principado de Asturias, gracias al extraordinario
trabajo de conservación y restauración llevado a cabo, en los últimos años, por don Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón,
director de la Real Academia de la Historia.
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